Pronto se cumplirá un año desde el fallecimiento de Daniel Kahneman (27 de marzo de 2024). Nacido en 1934, este psicólogo especializado en la toma de decisiones y en los juicios humanos recibió el “equivalente” al premio Nobel (junto con Amos Tversky) en 2002…¡en Economía!. Y tal galardón fue justificado por “haber integrado aspectos de la investigación psicológica en la ciencia económica, especialmente en lo que respecta al juicio humano y la toma de decisiones bajo incertidumbre”.
Su “Teoría de las perspectivas” (también con Tversky) data de 1979; y, expuesta en pocas líneas, postula que en entornos de incertidumbre las personas no se apoyan en criterios de probabilidad (científico-matemáticos) ni exclusivamente ni de forma sustancial. Por el contrario adoptan perspectivas (después veremos cuánto sesgo y cuánto ruido generan) que denominaron “atajos heurísticos”. Ejemplos de estos atajos serían los estereotipos y prejuicios (que guiarían más o menos conscientemente a quien juzga), o la influencia del anclaje o del marco en negociación o la aversión a la pérdida (preferimos la pequeña ganancia segura a la gran ganancia más improbable; o bien a la gran mayoría les duele más perder 500 cuando tienen 2000 de lo que les alegra ganar 500 cuando ya tenían 1000) o la resistencia a separarse de lo elegido por la mayoría (en la duda nos compraremos el modelo más vendido en el mercado).

¿Por qué este pequeño homenaje/recordatorio a Kahneman? Porque, además del interés que pueda suscitar en el ámbito académico, entre profesores, estudiosos y curiosos de estos temas, su importancia para el profesional es relevante. Creo que para el abogado y sus clientes puede ser muy útil. Y para médicos y pacientes. Y en la selección de personal, y en el mundo de los seguros, etc. En este brevísimo artículo me centraré en “RUIDO”, de Daniel Kahneman, Sibony y Sunstein. Edit: Penguin Random House. Traducción de Joaquín Chamorro. Barcelona 2021. Y dejaré a un lado “Pensar rápido, pensar despacio”, de 2012 (los mismos traductor y editorial).
¿Qué bina o pareja nos puede ayudar a pensar con más exactitud y probabilidad de acierto a los profesionales que constantemente emitimos juicios, tomamos decisiones, hacemos predicciones y en función de éstas actuamos?
Kahneman comienza exponiendo dos tipos de error: ruido y sesgo. Los explica mostrando cuatro dianas, con círculos concéntricos. A cada una ha disparado un grupo (y hay cuatro grupos, cada uno con cinco tiradores que disparan una sola vez cada uno). En la primera diana los cinco tiros están muy próximos y en el centro de la diana. En la segunda los cinco tiros están muy próximos todos ellos pero lejos del centro. En la tercera los disparos están alejados unos de otros, y sin patrón alguno, totalmente caóticos. Y en la cuarta también están alejados (hay mucha dispersión) pero todos ellos están en un cuadrante. Imagine el lector esas cuatro dianas. Si cualquiera de los miembros de dichos equipos volvieran a disparar (= tuvieran que tomar una decisión), ¿cabe hacer alguna predicción? ¿podemos emitir un juicio sobre el resultado más probable?
Kahneman utiliza este tiro al blanco como metáfora del juicio humano (“juicio” en el sentido de la literatura psicológica técnica; no como “pensar” en su sentido más amplio sino como operación y resultado al decidir sobre una cuestión con incertidumbre de manera que admitimos la posibilidad de que personas razonables y competentes puedan estar en desacuerdo pero dentro de un margen). El equipo que disparó a la diana primera diríamos que tiene buenos tiradores, con mucha puntería. Si disparasen una sexta vez cabe predecir que el disparo daría también bastante cerca del centro de la diana. Los del equipo de la segunda diana tienen un disparo “sesgado”: todos los tiros han quedado muy juntos. Quizás la mirilla del arma estaba un poco desviada. Nótese que no disparan mal, no tienen mala puntería pero está claro que hay un sesgo. En el tercer equipo hay “ruido”: no hay un sesgo evidente puesto que los disparos se dispersan por toda la diana sin ningún patrón. Podemos decir que son malos tiradores (al menos como equipo). Y los de la cuarta diana son ruidosos y sesgados.
Cuando los juicios se desvían sistemáticamente del objetivo hay sesgo. Cuando los juicios (de quienes se supone que deberían de estar de acuerdo) son muy distintos, hay ruido. La diferencia entre sesgo y ruido se aprecia bien si le damos la vuelta a las dianas y no podemos apreciar los círculos concéntricos sino un gran papel cuadrado en blanco: podríamos suponer que el equipo 1 y el 2 disparan igual de bien: no hay ruido. En cambio los equipos 3 y 4 son ruidosos. Por lo tanto, incluso en situaciones en las que desconocemos el objetivo o el centro de la diana, se puede apreciar el ruido. Por ejemplo: cuando médicos de la misma especialidad emiten juicios distintos respecto al mismo paciente sabemos que hay ruido incluso aunque no se sepamos qué le ocurre al paciente. Cuando se pregunta a jueces qué Sentencia dictarían dándoles los mismos datos a todos ellos y casi todas las sentencias son distintas, de nuevo tenemos la seguridad de que hay ruido (incluso aunque desconozcamos la Sentencia “correcta” (“correcta” según el Tribunal superior). Hablamos de ruido en cuanto que variabilidad indeseada: suponemos que profesionales “intercambiables” deberían, cuando hablan en nombre de una institución y bajo las mismas normas y circunstancias, responder por igual. Por ejemplo supongamos que existe una misma normativa contra incendios para toda España pero que después cada técnico vinculado a su respectiva diputación provincial decide interpretar las mismas normas con total laxitud o con enorme rigor. Resulta entonces en la práctica que los propietarios de naves industriales estarán obligados a gastarse en dichas naves mucho más dinero o mucho menos según el antojo de un profesional (¡y siendo la ley igual en todo el Estado!): demasiado ruido. En cambio si consultamos a “expertos en cine” puede que nos parezca bien que sus valoraciones sobre una misma película sean muy diferentes. O si varios Estados deciden acometer una investigación urgente a raíz de una pandemia y cada equipo nacional de expertos adopta un enfoque distinto (para abarcar más campo entre todos los Estados) también podría parecernos bien. El ruido o variabilidad indeseada en la práctica anula la igualdad ante la Ley en la teoría.
El sesgo ha sido muy estudiado. Como ejemplos conocidísimos dedicados a estereotipos y prejuicios tenemos a Walter Lippmann (Public opinion, 1922) y a Henri Tajfel (The social dimension, 1984). Más popular incluso fue El punto ciego; psicología del autoengaño, de Daniel Goleman, 1998. En cambio el ruido (al que Kahneman dedica la obra de la que estamos indicando su planteamiento inicial) es, en rigor etimológico, obsceno: queda fuera de la escena. Ni se habla de él, ni se le da importancia…ni se quiere hablar de él. Es tabú. Y las instituciones, muchas veces, optan voluntariamente por ignorarlo o negarlo.
La medicina es ruidosa, por ejemplo en psiquiatría donde el componente subjetivo del psiquiatra es considerable. Pero incluso en radiología hay interpretaciones contradictorias. En el mundo judicial hay mucho ruido: las sentencias tienen un componente de aleatoriedad o azarosidad notable (véanse los trabajos publicados desde la década de 1970 por el juez Marvin Frankel, la Ley de reforma de las sentencias de 1984 de Edward M. Kennedy, etc.). Los analistas profesionales de Bolsa, de Seguros están también en desacuerdo de modo significativo y muy frecuente. La selección de personal y otros muchos ámbitos del juicio humano. Kanheman va citando artículos, investigaciones, estadísticas, etc. en los campos indicados y en otros muchos.
La primera parte del libro demuestra lo muy ruidosas que son las instituciones públicas y privadas (y cómo se opta, muchas veces, por ocultar el problema). La segunda analiza el juicio humano y propone modos para medir el acierto y el error. La tercera se dedica al juicio predictivo: qué reglas o fórmulas podrían ayudarnos a reducir el error. La cuarta es de cepa más psicológica y explica las causas del ruido. La quinta propone métodos para mejorar nuestros juicios y evitar errores. La sexta y última parte se plantea si existe un nivel de ruido “aceptable” (supongamos que hay ámbitos donde eliminar por completo el ruido es demasiado costoso en términos económicos o anularía demasiado la libertad individual).
Y, para terminar, volvemos al ruido como variabilidad indeseada: no creamos que los errores aleatorios se compensan entre sí. Cuidado con las medias. Si dos sujetos han cometido el mismo delito y merecerían 3 años de cárcel cada uno, y el juez A decide absolver a uno de ellos, y el juez B condena al otro sujeto a 6 años de cárcel, en la estadística la apariencia indica que los jueces aciertan y del todo: la media de sus dos sentencias es de condena a 3 años, que era lo justo. Pero por debajo de esa apariencia engañosa está la verdad: hay un ciudadano libre que debería haber ido a la cárcel 3 años. Y otro va a pasar en la cárcel 3 años más (¡el doble!) de lo justo. Por lo expuesto, estas cuestiones son muy importantes para los abogados y sus clientes: no se trata de ponernos de perfil o de mirar hacia otro lado invocando medias. Se trata de que, para cada cliente, su caso es único. Y el profesional debe esforzarse al máximo para darle la mejor predicción, el juicio certero y exacto, sin sesgo ni ruido.